Entre los
escenarios que dibuja el escritor veracruzano Gregorio López y Fuentes en su
novela “Arrieros” (1944), destaca el de un hogar campesino al que en cierta
ocasión llegaron unos arrieros en busca de alimentos. Un hogar como éste fue
típico del Siglo XIX en México, pero muchos perduraron así hasta ya entrado el
Siglo XX. Lo describe de la siguiente manera:
“Olía a
tortillas de maíz nuevo y a café aguado. Un perro nos recibió, ladrando. Fue
una mujer quien desde la puerta acallaba al animal. A la luz de un ocote, junto
a la lumbre, cenaban un hombre y dos muchachos. Aquél, sin levantarse, nos
invitó a pasar. La mujer nos dio bancos de madera. En torno de nosotros veíamos
todo lo que era la casa: una cama de carrizos, la recámara; unos tenamaxtles
negros, un comal, unas ollas y un metate http://www.diccionario-web.com.ar/largo/metate.html, la cocina; los bancos, junto a la
lumbre, el comedor; en un tapanco de tres metros cúbicos, la despensa; de un
ángulo pendían cobijas y ropas de manta; en otro ángulo colgaban un machete y
una escopeta; debajo de la cama salían quejumbres de gatos recién nacidos y por
otro lado se oía a una gallina decir ternezas a los pollos que apenas estaban
picando el cascarón.
“Tanto la
mujer como los enseres, denotaban limpieza. Las tortillas eran de maíz negro.
El chile que los muchachos sopeaban en sus platos, era de un verde tierno. El
hombre cuchareó por última vez con un pedazo de tortilla en el plato que
sostenía sobre las rótulas y se levantó masticando con la boca bien llena. De
un guajehttp://www.100porcienmexico.es/Bule/Bule.htm de cuello alargado, bebió cara al techo”.
Este
escenario alude a la forma en que vivieron hasta ya entrado el Siglo XX muchos
rancheros mexicanos, que no conocieron ni imaginaron siquiera la luz eléctrica,
la cocina integral, la estufa de gas, la licuadora, el refrigerador, los
muebles de sala y de comedor, mucho menos el radio, la televisión, el celular, la
computadora e Internet.
Ciertamente,
a la fecha ha cambiado mucho el estilo de vida en el campo mexicano, pero la
pregunta fundamental es la siguiente: ¿Es la gente más feliz?
Bibliografía: Gregorio López y
Fuentes. “Arrieros” (1944)
Excelente tu analogìa. En mi opinión somos igual o desigualmente felices. Son comparables las comodidades actuales que los antiguos añoraban, como nuestra necesidad de pagar por vacaciones eco-turísticas, comer orgánicamente o disfrutar al máximo la familia. Las necesidades se vuelven lujos, y los lujos necesidades.
ResponderEliminarEn efecto, creo que la felicidad, como ya lo advertían los antiguos, se trae adentro. No se es feliz por los bienes exteriores, que desde luego varían a través de los siglos, sino por tu actitud ante la vida.
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