sábado, 11 de mayo de 2013

Los héroes del camino



   Muchos de los viajeros extranjeros que visitaron México durante el apogeo de la arriería, sobre todo en el siglo XIX, no escatimaron elogios para los arrieros, resaltando sus excelentes servicios como guías, paciente resistencia, puntualidad, hábil ejecución del deber y especialmente su vocación de honradez.
   En anteriores artículos mencioné los elogiosos comentarios que en su momento hicieron sobre los arrieros mexicanos el capitán inglés George Francis Lyon y el botánico austriaco Carl B. Heller. Ahora transcribiré unos párrafos de la obra México como fue y como es, publicada en 1844 por el escritor estadounidense Brantz Mayer.
   Refiriéndose este autor a la pobreza de la inmensa mayoría de los mexicanos, a su dieta raquítica, a su ropa burda y alojamiento miserable, destaca sin embargo la inteligencia y energías que manifiestan en grado superior cuando éstas se requieren.

Hombres que pusieron en alto el nombre de México

   De tales virtudes –dice Mayer- son ejemplo los arrieros, portadores comunes del país, por quienes se hace casi todo el transporte de la más valiosa mercancía y metales preciosos. Forman una gran parte de la población, sin embargo, ninguna clase similar en otros lugares los supera en vocación de honestidad, puntualidad, resistencia paciente y hábil ejecución del deber.
   Y esto, agrega el autor, a pesar de las perturbaciones que sufre el país a través del cual viajan (se refiere a las constantes revoluciones del siglo XIX) y las oportunidades que ofrece como consecuencia de la transgresión.
   Nunca estuve tan sorprendido –añade Mayer- con el error de juzgar simplemente a los hombres por su vestido y fisonomía, como con los arrieros. Un hombre con ojos salvajes y feroces, pelo enredado, pantalón cortado y chaleco grasiento que ha usado durante muchas tormentas—una persona, de hecho, a quien no le confiarías llevar un abrigo viejo al sastre para reparación—es con frecuencia en México, el guardián de las fortunas de los hombres más ricos durante meses, en difíciles viajes entre montañas y desfiladeros de las tierras interiores. Él tiene una multitud de peligros y dificultades para lidiar. Él las supera todas— nunca lo roban y él nunca roba—y, en el día designado, llega a tu puerta con un saludo respetuoso y te dice que tus productos o dinero han pasado las puertas de las ciudad.

El orgullo de ser arriero

   Sin embargo –concluye Brantz Mayer-, esta persona es a menudo pobre, sin fianza ni garantías  -sin nada más que su nombre justo y su palabra sin romper-. Cuando se le pregunta si se puede confiar en su gente, él regresa la mirada con una expresión sorprendida, y golpeando su pecho y su cabeza con un desprecio orgulloso de que se cuestione su honor, exclama: "Soy José María, señor, por veinte años Arriero de México. ¡Todo el mundo me conoce!"
   Obra consultada: Mexico as it was and as it is. Brantz Mayer. 1844.
    La imagen corresponde a la misma obra de Brantz Mayer.

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