Muchos de los viajeros
extranjeros que visitaron México durante el apogeo de la arriería, sobre todo
en el siglo XIX, no escatimaron elogios para los arrieros, resaltando sus excelentes
servicios como guías, paciente resistencia, puntualidad, hábil ejecución del
deber y especialmente su vocación de honradez.
En anteriores artículos mencioné
los elogiosos comentarios que en su momento hicieron sobre los arrieros
mexicanos el capitán inglés George Francis Lyon y el botánico austriaco Carl B.
Heller. Ahora transcribiré unos párrafos de la obra México como fue y como es, publicada en 1844 por el escritor
estadounidense Brantz Mayer.
Refiriéndose este autor a la
pobreza de la inmensa mayoría de los mexicanos, a su dieta raquítica, a su ropa
burda y alojamiento miserable, destaca sin embargo la inteligencia y energías
que manifiestan en grado superior cuando éstas se requieren.
Hombres
que pusieron en alto el nombre de México
De tales virtudes –dice Mayer-
son ejemplo los arrieros, portadores
comunes del país, por quienes se hace casi todo el transporte de la más valiosa
mercancía y metales preciosos. Forman una gran parte de la población, sin
embargo, ninguna clase similar en otros lugares los supera en vocación de
honestidad, puntualidad, resistencia paciente y hábil ejecución del deber.
Y esto, agrega el autor, a pesar
de las perturbaciones que sufre el país a través del cual viajan (se refiere a
las constantes revoluciones del siglo XIX) y las oportunidades que ofrece como
consecuencia de la transgresión.
Nunca
estuve tan sorprendido –añade Mayer- con el error de juzgar simplemente a los hombres por su vestido y
fisonomía, como con los arrieros. Un hombre con ojos salvajes y feroces, pelo
enredado, pantalón cortado y chaleco grasiento que ha usado durante muchas
tormentas—una persona, de hecho, a quien no le confiarías llevar un abrigo
viejo al sastre para reparación—es con frecuencia en México, el guardián de las
fortunas de los hombres más ricos durante meses, en difíciles viajes entre
montañas y desfiladeros de las tierras interiores. Él tiene una multitud de
peligros y dificultades para lidiar. Él las supera todas— nunca lo roban y él nunca
roba—y, en el día designado, llega a tu puerta con un saludo respetuoso y te
dice que tus productos o dinero han pasado las puertas de las ciudad.
El
orgullo de ser arriero
Sin
embargo –concluye Brantz Mayer-,
esta persona es a menudo pobre, sin fianza
ni garantías -sin nada más que su nombre
justo y su palabra sin romper-. Cuando se le
pregunta si se puede confiar en su gente, él regresa la mirada con una
expresión sorprendida, y golpeando su pecho y su cabeza con un desprecio
orgulloso de que se cuestione su honor, exclama: "Soy José María, señor,
por veinte años Arriero de México. ¡Todo el mundo me conoce!"
Obra consultada: Mexico as it was and as it is. Brantz Mayer. 1844.
La imagen corresponde a la misma obra de Brantz Mayer.
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