La litera. Agradable forma de viajar.
El
transporte habitual en México se realizó desde el siglo XVI en caravanas de
mulas guiadas por arrieros, pero con el tiempo, de acuerdo a las necesidades de
los viajeros, se desarrollaron otros medios, como fueron: la diligencia, la
litera, el carricoche, la calesa, la volanta y la carreta, hasta llegar, en
el siglo XIX, al ferrocarril y al automóvil.
Clásica es
la figura pesada de la diligencia, vehículo tosco, fuerte y seguro, con cupo
para seis y hasta ocho pasajeros. El equipaje se acomodaba atrás del carruaje,
tirado por diez mulas y gobernado por cocheros y mozos montados a caballo. Por
caminos generalmente accidentados, este carruaje corría a la fantástica
velocidad de ¡ocho kilómetros por hora!
Hacia 1805
ya había servicio de línea de diligencias entre la Ciudad de México y Puebla.
La litera, agradable forma de viajar
Otro vehículo
era la litera, cajón de dos metros de largo por uno de ancho, con tres varillas
perpendiculares en cada lado que servían de sostén para un techo y cortinas de
tela y algodón. Este cajón se llevaba por medio de varas largas sostenidas por
cuatro cargadores, o bien, por correas de cuero suspendidas en las albardas de
las mulas. Tan curioso vehículo llevaba un colchón extendido en el fondo, para
que el viajero se recostara cómodamente y pudiera dormir o leer a su gusto; agradable
forma de viajar, a menos de que las mulas se espantaran y se desbocaran o de
que los cargadores condujeran ebrios, como sucedió más de alguna vez.
Carricoche, calesa, volanta y
carretas
El carricoche,
variante de la litera, era un vagón ancho montado sobre dos ruedas, cubierto
con una lona para protegerse del sol y con un colchón para que dos personas se
extendieran cómodamente. Cabían cuatro pasajeros en el mismo vagón, si iban
sentados.
Otro tipo de
carruaje que iba seguido por una carreta donde se acomodaban los equipajes, era
la calesa, así como la volanta, coche parecido al cabriolet francés, vehículo pequeño tirado por tres mulas y
conducido por un postillón.
Con
frecuencia se utilizó, además, el convoy de carretas, dirigidas por arrieros,
donde se instalaba el equipaje de los viajeros montados a caballo.
El voluminoso equipaje de los
viajeros
Cabe anotar
que el equipaje de los pasajeros de aquel tiempo era por lo común muy
voluminoso, porque no sólo tenían que llevar la ropa necesaria para cualquier
tipo de viaje, sino también la que resistían los distintos climas que atravesaban;
además, debían cargar con los enseres necesarios para dormir en las posadas y
también con suficientes provisiones para comer durante largas jornadas.
Estos medios
de transporte, con todo el sistema de la arriería, empezaron a desaparecer en
las diversas regiones del país a medida que aumentaban la red ferroviaria y las
carreteras pavimentadas.
Llegada del ferrocarril y del
automóvil a México
El primer
tren entró en servicio en un tramo de 11 kilómetros, entre Veracruz y El
Molino, el 16 de septiembre de 1850. Para 1869 ya había comunicación ferroviaria
entre México y Puebla, y para 1873, hasta Veracruz.
Fue hasta 1895
cuando rodó en la Ciudad de México el primer automóvil. Su propietario, don
Fernando de Teresa, lo condujo una noche, ante el asombro general, ¡a 16
kilómetros por hora!, el doble del promedio de velocidad de una diligencia.
Fuente: Margo Glantz. Viajes en México. Secretaría de Obras Públicas (1972).
Imagen: Brantz Mayer. Mexico as it was and as it is (1844).
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