Tacámbaro antiguo*.
En su obra Desbandada, José Rubén Romero (1890-1952) describe maravillosamente el pueblo
de Tacámbaro, Mich., con sus calles pintorescas, plazas, portales, parroquia,
industrias, comercios y habitantes, en la época que antecedió a
la Revolución Mexicana. Hijo pródigo de Tacámbaro llaman en este pueblo al notable escritor, quien refiriéndose a los mesones que ahí había
dice lo siguiente:
En el barrio de La Palanca abundan
los mesones, esas típicas hospederías de pueblo que diríanse fundadas por
Francisco de Asís para hermanar al hombre con la bestia. Todos tienen los
mismos patios, llorosos de luna; las mismas rebosantes atarjeas, a cuyo borde
se enfilan las recuas como los señoritos en un bar; en todos se respira olor
idéntico a pastura y a correaje sudado; de los macheros sale la misma música de
rebuznos, silbidos e interjecciones, y en todos ellos flamea como un buen
capote de brega el zagalejo de Maritornes, tan dadivosa de su carne en la
íntima comunión de los arrieros.
Arrancando
de la falda del Cerro de la Mesa –dice el mismo autor- las calles forman una roja escalinata que parece de ladrillo de jarro,
y son tan pendientes y quebradas, que no pueden transitar por ellas ni las
carretas quejumbrosas de mansos bueyes pensativos, únicos vehículos existentes
en el pueblo, ni las bestias de carga que los arrieros no se atreven a enfilar
por dichos vericuetos, temerosos de que sus tercios emprendan, cuesta abajo,
una rápida e imprevista carrera de obstáculos.
Aperos de arriería
También habla José Rubén Romero sobre el Portal de abajo, muy concurrido por los arrieros, donde se abastecían de
los artículos necesarios para su duro oficio:
Ofrecen los jarcieros la fauna
extravagante de sus mercancías: gruesas reatas que parecen culebras; pitas
enroscadas que dan el aspecto de solitarias puestas en alcohol; bozalillos de
crin, como ciempiés mortíferos, y las membranas transparentes de los más finos
huangoches*. Los cordeles colgados de las puertas parecen trenzas rubias y los
sudaderos de estopa quizá despierten la envidia de las recuas de carga, mustias
y doloridas de carona. Como un pelotón de soldados, del cual no se vieran más
que los pies, se alinean en el piso filas y filas de zapatos de becerro crudo
que los rancheros se prueban con grande esfuerzo, al aire libre, untándose jabón
en los talones.
*Imagen tomada del muro Tacámbaro Pro Pueblo Mágico.
*Guangoche. Tela burda y rala, hecha de ixtle. Suele servir para abrigo exterior de fardos. Santamaría.
Fuente: J. Rubén Romero. Desbandada
(1934).
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