En
Flor de Juegos Antiguos (1942), Yáñez
narra lo sucedido en un pleito entre arrieros y músicos, en el popular barrio
de San Juan de Dios, frente al Hospicio Cabañas (hoy Patrimonio de la
Humanidad), en Guadalajara. Ahí refiere las bravatas de “un arriero viejo,
barbón con barba blanca y ojos legañosos, calzonudo y con huaraches retejidos”,
un tal Francisco Núñez, que al calor del tequila gritaba:
“Y
que viva el Mesón del Tepopote, a donde llegan mis vales de Cocula y Autlán,
por su mamacita, que mueran los indios blancos que vienen del Río Verde y
llegan al Mesón del Nevado o al de las Palomas, mueran los de la Plaza de Toros
y mueran los de Cuquío, por agarrados; que mueran los de Nochistlán, malas
entrañas. Al cabo arrieros semos y en el camino andamos. En el camino de Estipac
y Zapopan, Virgen mía bendita; en el camino de Zoquipan o en el de Jocotán.
Échenme esos alacranes que vienen de San Cristóbal y duermen en el Escalón,
naranjeros o carboneros que roban en el Pedregal. Ya me dijo la mesonera linda
lo que le hicieron; pero un día nos encontraremos en el Taray o en Copalita y
entonces sabrán quién es Francisco Núñez, su servidor. Échenme “la pajarera”, musiquitos de Zihuatlán y que viva
su tierra; échenme “la pajarera” que me hace llorar por el recuerdo de una
ingrata juilona… “cuando a México llegues, Rosita…” Eso es lindo, no más, y el
tequila, y mi mula campanera que tiene bordado en la retranca el nombre de la
juilona, vieja ingrata: ay va por los caminos, sonando la campana como quien
dice: ay va Francisco Núñez el de la mejor recua de Amatitlán y que venga otra
cosa que se le pare por delante en todo Jalisco. No me vayan yendo, muchachitos
güenmozos, si al cabo no se los come Francisco Núñez, que cuando pasa por Orendáin
tiene comida y cama; al que me voy a comer es al patrón don Cenobio, ese
mentado Cenobio Orendáin que quiso burlarse de Francisco Núñez, madrugándole
con la fondera de su rancho. No se me vayan cortando, muchachitos, epa, tú que
tienes cara de coyote, les van a tocar a su salud el son de las abajeñas que
son unas viejas trigueñas que pa qué les cuento…”
Fuente: Flor de Juegos Antiguos. Agustín
Yáñez (1942)
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