En zonas de conflicto
o de creciente bandolerismo los caminos suelen ser inseguros y peligrosos:
asaltos, robos, secuestros y asesinatos se repiten con frecuencia. Sin embargo,
la gente tiene que seguir transitando, ya no tanto por placer, sino para
satisfacer exigencias de trabajo, salud, relaciones familiares o de mera subsistencia.
La zona
limítrofe de los estados de Jalisco, Zacatecas, Nayarit y Durango, que
comprende más de 20 municipios, es todavía una de las más incomunicadas y
deshabitadas del Occidente de México (http://www.mapascarreteras.com.mx/jal/), y además,
escasamente vigilada por las autoridades encargadas de garantizar el orden público. Esto propicia el
aumento de delitos en carretera y en las mismas poblaciones.
La
criminalidad ha crecido tanto en esta región que, salvo en casos de extrema urgencia, la mayoría
de la gente ya no viaja de noche por estos caminos; lo hacen de día y con las
debidas precauciones.
Así las
cosas, no extraña el mensaje emitido la semana pasada a través de la página de
Facebook “Atolinga, Zacatecas” https://www.facebook.com/atolinga.zacatecas, municipio que limita con Totatiche, Jalisco, y
que dice:
“Consejo: A
todos los paisanos que piensan venir a México manejando (por carretera)…
Pónganse de acuerdo para salir y verse todos en la frontera (de Estados
Unidos). Se vienen en caravana y pidan apoyo de Seguridad Pública para que los
escolten hasta su destino y eviten problemas de robo… Ya se ha hecho antes así
y todo ha salido bien… Atolinga”.
¿Qué ocurre?
Que como todos los años, decenas de miles de paisanos originarios de estos
pueblos, que trabajan en los Estados Unidos, vienen en esta época a visitar a
sus familiares, obviamente con algunos dólares en el bolsillo y regalos para
sus seres queridos, pero muchos de ellos han sido asaltados en el camino y despojados de
sus pertenencias.
Uno de los participantes
en esta página, Eloy González, de Atolinga, pero residente en Chicago, escribió:
“Da cosa leer ese consejo. ¿Es que las cosas están tan peligrosas en México?,
¿ya no se puede conducir un auto independientemente sin que te asalten?, ¿acaso
no ganó el PRI?, ¿no regresarán las cosas a la normalidad?”
La
recomendación de la página de Atolinga no hace más que retomar la costumbre de
los viejos arrieros, quienes, cuando proliferaban los bandoleros, se ponían de
acuerdo para salir a los caminos en grandes caravanas, generalmente armados, para
defenderse de los ladrones. Esta tradición duró más de cuatro siglos, desde el
XVI hasta mediados del XX.
Hoy día, dada la inseguridad que prevalece, la gente de trabajo se ve obligada a poner en
práctica este elemental sentido de solidaridad, que es unirse para enfrentar a los delincuentes. Además, es correcto que las
caravanas sean escoltadas por patrullas de policía, porque a diferencia del
pasado, ahora la gente pacífica no tiene permiso para portar armas.
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