“El calmoso
paso de los burros; la servicial paciencia y el ingenio decidor, cantador, de
los arrieros; los largos intervalos propicios al descanso, tenían ciertamente
formas de satisfacción, que compensaban la tardanza y concertaban con el estilo
lento de la comodidad lugareña, desbordada en caminos y mesones.
“La dotación
corriente para el viaje se componía de maletas –hechas con lona o manta-, en
estilo de camisas, donde se acomodaba la ropa, los encargos y regalitos;
cobijas dispuestas a ser usadas en la travesía, como súbito abrigo contra las
tormentas y rigores del tiempo, como tapetes de descanso en sesteos y paradas,
y aun como lechos, en ofrecidos y no extraordinarios casos, pues era cosa bien
sabida las condiciones de suciedad que privaban en las posadas, haciendo
preferible dormir en el suelo, sobre los aparejos del hatajo; por esto se
llevaban también almohadas y sábanas; bien medido para que abasteciera toda
contingencia, en el viático no podían faltar el pan y el chocolate;
subsidiariamente, queso, cecina, carnitas, huevos, longaniza y chorizos; las
familias iban provistas de menaje para cocinar: una lámpara de alcohol, ollas,
jarros, platos, cucharas.
“Los hombres
viajaban, por lo común, sobre el aparejo, cubierto con la cobija del propio peregrino;
sólo excepcionalmente podía disponerse de burros ensillados, tan
excepcionalmente como de albardones para las mujeres, que de ordinario iban en
camucas, compuestas con almohadas. Los niños eran acomodados en bancos
invertidos, con sombras de sábanas sostenidas en varas de membrillo.
“Esta
clientela de arrierías no usaba traje de montar, ni más prenda que sombreros
propios para defenderse del sol y, acaso, las mujeres, paraguas o sombrillas,
que acababan por estorbarles y precipitar sustos y caídas al suelo.
“La caravana
formaba una familia con los vecinos y aun con los extraños que la componían,
sin diferencia de clases, todos a servirse mutuamente, compartiendo
bastimentos, penalidades y alegrías: verdadera escuela de solidaridad,
mantenida por la virtud cardinal de la gente de Yahualica: el desinterés en
servir con empeño al que lo ha menester”.
Fragmento de “Yahualica”. Agustín
Yáñez (1946).
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