El
arriero tiene el alma ilógica y absurda del capitán de un barco o un conductor
de trenes. La perenne inquietud que da a las almas el deseo de conocer mil
hombres y mil pueblos distintos. Hablar con el capitán de un barco es como
hacer un viaje alrededor del mundo. ¡Cuántas bellas ciudades, cuántas lindas
mujeres ha visto este hombre a través de sus largas peregrinaciones!
Sin
embargo, en las almas inquietas de los arrieros, estos humildes peregrinos, hay
una gran dosis de serenidad y de filosofía resignada, que no es fácil encontrar
en el capitán de un barco o en el conductor de trenes.
Esto se
debe, seguramente, a que el pensamiento del arriero se mueve al mismo compás
del andar lento y cansado de sus cabalgaduras, siempre cargadas de mercancía y
cruzando por ásperos caminos pedregosos, sin puentes, y casi siempre
suspendidos sobre profundas simas.
Además, el oficio de la arriería, requiere un
largo aprendizaje, en donde es preciso ejercitar, sobre todo, la paciencia,
para escuchar con calma los fuertes improperios y las palabras mal sonantes que
indefectiblemente lanzarán los arrieros superiores contra los inferiores; pues
sabido es que para significar la mala educación de una persona, se dice que
parece un arriero.
El muchacho que se dedica a la arriería, debe
ser lo más despierto y avezado posible. Pues colocar un aparejo, aunque parezca
extraño a las personas ciudadanas y poco instruidas en el difícil oficio de la
arriería, requiere una enseñanza concienzuda.
Los “suaderos” se deben
colocar cuidadosamente, y después de un detenido examen del lomo de las mulas,
para evitar desolladuras o “matadas” lamentables. Las cinchas, igualmente, se
deben apretar de un modo hábil para que no vayan ni demasiado ajustadas y
provoquen en las mulas esos ruidos poco decorosos, ni demasiado flojas, de
manera que hagan peligrar la carga.
Es también indispensable
en el oficio de la arriería, conocer algo de veterinaria; pero no de la
veterinaria erudita y sabia de los libros, sino de la veterinaria práctica que
es más difícil de alcanzarse, pues sólo puede aplicarse después de una madura
observación de los síntomas y teniendo en cuenta la idiosincrasia de la mula
enferma, lo que no es muy sencillo.
Fragmento de “La Arriería en México”. Salvador Ortiz Vidales (1929).
El Burro “lomeó”
ResponderEliminar¡Que bonito es lo bonito!
Así decían por allá por la tierra de mi madre, -Huejuquilla- lugar en donde yo me termine de formar y del cual quede prendido de por vida, pues me siento Huejuquillense de corazón. Sabe Ud. mí estimado Javier, el arriero no solo tiene que saber un poco de veterinaria si no que también tiene que saber psicología animal o mejor dicho debe conocer a sus burros, caballos, mulas y machos y demás.
Se lo digo por lo siguiente: En una ocasión nos fuimos a traer leña un hermano y yo, para eso debimos pedir prestados algunos burros -Para que el viaje valiera la pena, pues-.
Uno de estos burros pertenecía a un vecino del Rancho –Rancho Viejo, para ser exacto- y cuando el Sr. Me llevo a donde estaban sus burros, me advirtió de uno -Tal vez ese no te lo presto porque es mañoso- yo pensé; -pues que tan mañoso será ya con todos los demás ahí se acomoda-. En total llevamos 14 entre burros y mulas
Pues resulta que el condenado animal “Lomeaba”. Espero que usted sepa de qué estoy hablando ya que por esa condición del condenado animal hicimos un viaje de 13 horas cuando lo normal seria unas 6.
Le felicito Javier por su interés en esto de la arriería, en verdad disfruto cada uno de sus relatos.
¡Saludos cordiales!
Juan Carlos Navarro Castro
A r q u i t e c t o
Estimado arquitecto:
EliminarMuchas gracias por su comentario en este blog, que busca rescatar algo de la gran herencia cultural que nos dejaron los viejos arrieros, forjadores de la clase media rural mexicana.
Sobre el verbo "lomear", nada aparece en el Diccionario de Mexicanismos de Santamaría, pero sí en el de Lengua Española, con referencia a las bestias de carga que mueven el lomo, o sea, las que mañosamente tratan de esquivar la carga moviéndose hacia los lados y no hacia adelante. Espero no equivocarme.
Le mando un abrazo y un saludo afectuoso de Judith y Blanca Rimoldi, también de Huejuquilla.
Mi Estimado amigo Javier
ResponderEliminarDisculpe usted la molestia por la que le hice pasar, jamás me imagine que ‘Lomear’ existiera en algún diccionario, le agradezco sinceramente que me haya ilustrado ahora ya sé que no fue solo un vocablo convertido en verbo o una palabra inventada por mi abuela.
Efectivamente tanto Judith como Blanca Rimoldi son orgullosas Huejuquillenses y orgullo a su vez de Huejuquilla. Son unas personas muy preparadas y de una calidad humana envidiable.
Saludos por favor para Judith y Blanca Rimoldi y para usted Javier un abrazo.
Juan Carlos Navarro Castro
A r q u i t e c t o