Y no piensen ustedes que esto sea una paradoja; nada de eso,
señores. El arriero que siempre ha conducido mulas y lidiado con ellas, tiene
el mismo carácter violento de estas, y el día menos pensado le soltará una coz a
su mejor amigo; mientras que el arriero conductor de pacíficos jumentos
adquiere la mansedumbre y suave índole, que es el mejor ornato de la inmensa
familia que forman los pollinos. En confirmación de esta verdad tenemos aquel
adagio, aplicado regularmente por las abuelas a los nietos obstinados: “¿Quién manda?, los burros ó el arriero”?
–Conócese desde luego que el que tal adagio inventó era hombre sabio a todas
luces, supuesto que consideró imposible hacer la misma pregunta, poniendo en
cuestión la autoridad de las mulas y la del
arriero que funge de mandarín y pedagogo.
Fragmento de "Los
mexicanos pintados por sí mismos" (1854).
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