Oiga, curro —prosiguió Anastasio, cambiando el acento de su
voz, poniéndose una mano sobre la frente y de pie—, ¿qué polvareda se levanta
allá, detrás de aquel cerrito? ¡Caramba! ¡A poco son los mochos!... ¡Y uno tan
desprevenido!... Véngase, curro; vamos a darles parte a los muchachos.
Fue motivo de gran regocijo:
— ¡Vamos a toparlos! —dijo Pancracio el primero.
—Sí, vamos a toparlos. ¡Qué pueden traer que no lleven!...
Pero el enemigo se redujo a un hatajo de burros y dos
arrieros.
— Párenlos. Son arribeños y han de traer algunas novedades
—dijo Demetrio.
Y las tuvieron de sensación. Los federales tenían
fortificados los cerros de El Grillo y La Bufa de Zacatecas. Decíase que era el
último reducto de Huerta, y todo el mundo auguraba la caída de la plaza… Las
familias salían con precipitación rumbo al sur; los trenes iban colmados de
gente; faltaban carruajes y carretones, y por los caminos reales, muchos,
sobrecogidos de pánico, marchaban a pie y con sus equipajes a cuestas. Pánfilo
Natera reunía su gente en Fresnillo, y a los federales "ya les venían muy
anchos los pantalones".
— La caída de Zacatecas es el Requiescat
in pace de Huerta —aseguró Luis
Cervantes con extraordinaria vehemencia—. Necesitamos llegar antes del ataque a
juntarnos con el general Natera.
Fragmento de “Los de abajo”. Mariano Azuela (1916).
No hay comentarios:
Publicar un comentario