El viaje a las Hibueras.
Hernán
Cortés inició la conquista de México en un caballo castaño zaino, pero más
tarde lo cambió por otro de los mejores de la expedición: un oscuro llamado El Arriero. Sorprende el sublime fin que tuvo este noble animal.
Una vez conquistada
la capital azteca, el 13 de agosto de 1521, Cortés no dejó de soñar con nuevas hazañas,
por lo que en octubre de 1524 emprendió el famoso viaje a las Hibueras
(Honduras), donde aparece montado ya en el caballo morcillo, es decir, un
oscuro renegrido que, aunque no lo precisa el historiador, era seguramente el mismísimo “Arriero”.
Enferma el caballo y se queda al
cuidado de un cacique
Grandes dificultades
sufrieron en este viaje Cortés y sus acompañantes. Baste decir que al cruzar abruptas
montañas, pantanos y caudalosos ríos, estuvieron a punto de perecer ellos y sus
cabalgaduras. Como resultado de tan accidentada travesía, enfermó el caballo
del conquistador.
Para colmo
de males, el morcillo se clavó una astilla en una de sus cascos, y con gran
sentimiento Cortés se vio obligado a dejarlo al cuidado de un cacique del Petén,
con la promesa de que volvería a buscarlo, pues lo apreciaba mucho.
El cacique
recibió el raro y sagrado animal con el mayor respeto, y Cortés continuó su
camino. Fue ésta la última vez que contempló a su morcillo, y además, nunca
supo qué fin tuvo, porque a su regreso a México lo agobiaban tantos problemas que
ya ni tiempo tuvo de ocuparse de su compañero de aventuras.
Pasaron 172 años sin que los indios vieran
caballos
“El Arriero”
había sido abandonado en el Lago Petén-Itza en 1525, y pasaron 172 años antes
de que los españoles volvieran ahí para terminar la conquista de Yucatán. Fue
hasta 1697 cuando el capitán Martín de Ursúa llegó con su caballería a Tayasal, acompañado por los
frailes Juan de Orbita y Bartolomé de Fuensalida. Sin saberlo, habían arribado
al lugar donde Cortés dejara su caballo, pero desde entonces los indios no
habían tenido nuevo contacto con europeos, por lo que uno de los caciques,
llamado Isquín, cuando vio por vez primera los caballos de Ursúa, casi enloqueció
de alegría y de asombro.
Advertidos
de que había un ídolo principal en la Isla Tayasal, los frailes se encaminaron
allá, donde dieron con la estatua de un caballo, groseramente tallado en piedra:
era Tziunchan, dios del trueno y del relámpago, al que le pagaban tributos. Los
frailes se quedaron asombrados, pero poco a poco se enteraron de la historia de
aquella deidad.
De cómo acabó sus días el caballo de
Cortés
Cuando años
atrás Cortés dejara ahí su caballo, los indios, viendo que estaba enfermo, lo
cobijaron en un templo para cuidarlo, y “entendiendo que era animal de razón” le
pusieron delante los manjares más exquisitos que ellos mismos consumían, pero
nada le ofrecieron de lo que habitualmente comen los caballos, por lo que el
pobre animal murió, si no por la enfermedad o por la astilla clavada, sí de
hambre.
Aterrorizados
y temiendo que Cortés a su regreso tomara venganza contra ellos, antes de
enterrar al morcillo, los indios esculpieron su figura y lo colocaron dentro de
un templo en la laguna. Su veneración creció con el tiempo, y el caballo de
Cortés pasó a ser el principal de sus dioses.
Sin embargo,
el padre Orbita, “arrebatado de un furioso celo de la honra de Dios”, tomó una
gran piedra, derribó el ídolo y lo destruyó, acabando así con uno de los
monumentos más curiosos del Nuevo Mundo y un recuerdo de la Conquista que debió
haberse conservado.
Obras consultadas: Juan de Villagutierre Sotomayor. Historia de la Conquista de la Provincia de el Itza. Madrid.
1701. Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España. Bernal Díaz
del Castillo.
Imagen: Acuarela de Enrique
Castell Capurro en Los caballos de la
conquista. Buenos Aires. 1946.
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Hola Javier, desconocía por completo esta historia, me ha sorprendido enormemente cómo es que este caballo terminó por convertirse en una deidad y qué lamentable que haya sido destruida. Muchas gracias por tu post tan bueno como todos los que tienes en tu blog. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Mayra. He visto tu campaña en favor de los caballos, y duele deveras que siendo tan queridos por el pueblo mexicano estos nobles animales, haya todavía gente tan bárbara que los maltrata, como es el caso de los que traen jalando carretones de basura. Un abrazo.
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