Camino Veracruz-México-Guadalajara-Tepic.
Relumbrón llama Payno en Los Bandidos de Río Frío a un influyente coronel que en los años 30 del siglo XIX llegó a ser
muy poderoso en México no sólo por sus relaciones políticas de muy alto nivel
sino por las fabulosas riquezas que pudo acumular gracias a los prósperos
negocios que administraba, en su mayoría ilegales, y sobre todo por la extensa
red de bandoleros que controlaba y que acudían a él para recibir órdenes y
compartir “utilidades”, reconociéndole como jefe de jefes.
Aunque Relumbrón aparece en esta obra como un
personaje novelesco, lo cierto es que por aquella época fue procesado,
condenado a muerte y ejecutado el coronel Yáñez, ayudante cercano del
presidente Antonio López de Santa Ana, al descubrirse una serie de asesinatos y
robos cometidos por las bandas que protegía dicho militar, teniendo cogidas en
su red a muchas de las principales familias de México.
Resulta que Relumbrón, siempre en busca de los
negocios más jugosos, acudió en una
ocasión a la Feria de San Juan de los Lagos, Jalisco, que era entonces una de
las principales del país. Ahí, durante un banquete que ofreció a los ricos comerciantes de la región, escuchó a
dos de ellos, originarios de Tepic, Nayarit, que conversaban en voz baja sobre
un contrabando de oro que harían a la Costa del Pacífico, para embarcarlo en un
barco de guerra inglés.
Convencidos
ambos comerciantes de que, por su honradez, a
los arrieros se les puede fiar oro
molido, convinieron en distribuir y ocultar el tesoro en los aparejos de
cinco mulas cambujas, que cargadas con barriles vacíos de aguardiente pondrían
al cuidado de unos arrieros, mismos que se incorporarían a otros hasta formar
un hatajo de 50 mulas transportando aguardiente y azúcar por el camino Guadalajara-Tepic.
De esta manera, nadie sospecharía del contrabando de oro que enviarían a
Mazatlán, Sinaloa, evadiendo el pago de impuestos.
Enterado Relumbrón de los detalles de este
viaje, mandó llamar a uno de sus capitanes de mayor confianza, llamado Pedro
Cataño, a quien encargó aplicar toda su astucia para convertirse en compañero
de ruta de todos esos arrieros, y en el lugar más propicio cortar de la recua
las cinco mulas cambujas, para conducirlas a un rancho del propio Relumbrón.
Todo resultó
de acuerdo a lo planeado: Cataño se las ingenió y en el momento que juzgó oportuno,
una noche en que los arrieros dormían, separó las cinco mulas cambujas, que con
prisa condujo, todavía con los barriles de aguardiente vacíos, al rancho de Relumbrón, donde a la vista de éste fueron
descargadas las bestias, encontrando en los aparejos, donde normalmente hay
borra y zacate, veintidós mil pesos en oro envueltos en gamuza gruesa.
Moraleja: Para
unos que madrugan hay otros que no duermen.
Mula
cambuja: De color negro con visos rojizos.
Dibujo:
Alberto Beltrán. Viajes en México.
SOP (1972).
Fuente:
Manuel Payno. Los Bandidos de Río Frío
(1889-1891).
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