El naturalista y botánico austriaco Carl Bartholomaeus
Heller, en su libro Viajes por México en
los años 1845-1848, a pesar de enjuiciar severamente a diversos sectores de
la sociedad mexicana, sobre todo la alta, a la que censura sus excesos, destaca
sin embargo la probada honestidad de los arrieros. Refiriéndose a un sitio de
su viaje entre Veracruz y Córdoba, este escritor comenta:
Junto con nosotros
llegó una recua de mulas, algunos cientos en número, cargadas con mercancías
para la capital, y el lugar antes desierto se animó de manera desusada. Los
arrieros, con su original vestimenta, que consiste en pantalones blancos sobre
los cuales llevan otros de cuero (llamados “calzoneras”), muy abiertos al
costado y adornados con muchos botoncitos, una faja roja en la que llevan su
cuchillo y un sombrero ancho bordado en plata u oro, se arremolinaban en el
lugar para descargar las mulas, lo que hicieron con rapidez increíble.
Otros se afanaban
preparando maíz con forraje y llevando las bestias al abrevadero, en tanto que
algunos más encendían fuego para preparar su propia comida. Al aproximarse la
noche, estos diversos grupos proporcionaban una imagen interesante y lamento no
poder sino insinuarla apenas con la pluma.
Entre todos los
mexicanos –afirma Heller- el arriero es el más ajetreado y como tal el más
honrado. Si se ha llegado a un acuerdo con ellos sobre el costo de un envío y
el tiempo de entrega, se les puede confiar cualquier mercancía sin temor; la
entregarán con toda certeza puntualmente, a menos que se interpongan accidentes
inesperados […]
Por cierto que en el tristemente célebre Río Frío, población
localizada en los límites de los estados de México y Puebla http://es.wikipedia.org/wiki/R%C3%ADo_Fr%C3%ADo_de_Ju%C3%A1rez,
el viajero encontró a un posadero alemán, de quien dice:
Construyó un refugio
donde es posible hallar una muy buena mesa y bebidas reconfortantes de buena
calidad. No pude menos que preguntarle cómo se le había ocurrido asentarse en
un lugar que se encontraba formalmente en el centro de todas las bandas de
ladrones de México. Pero me contestó que el negocio le proporcionaba buenos
ingresos, ya que vivía, y estaba obligado a vivir, en buenas relaciones tanto
con los viajeros como con los bandidos, si no quería exponerse al peligro de ser
asesinado por éstos en una mala hora. Y de hecho, este hombre vive desde hace
años en Río Frío y es una persona muy respetada; ha ofrecido a muchos viajeros
despojados, algo de dinero y vestidos. Su albergue es uno de los más benéficos
del país.
En anterior entrega de Arrieros
de México hablamos del capitán George Francis Lyon, de la Marina Real
Inglesa, quien viajó por México en 1826 y dio testimonio sobre la proverbial
honradez de los arrieros. Es significativo que Heller coincida después en esta
opinión, compartida desde luego por la sociedad mexicana.
Muy variado el Blog.
ResponderEliminarDentro del tema de arriería, todas las entradas son desde luego muy variadas, y con frecuencia me salto de una época a otra, pero creo que esto le da mayor interés al blog. Te mando un abrazo.
ResponderEliminarBis y tataranieto de arrieros, de eaos que vestian de cuero, vaya es un orgullo leer esto pero a la vez ub gran compromiso, cumplur como los arrieros lo hacian.
ResponderEliminarBis y tataranieto de arrieros, de eaos que vestian de cuero, vaya es un orgullo leer esto pero a la vez ub gran compromiso, cumplur como los arrieros lo hacian.
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