Con once
caballos y cinco yeguas inició en 1519 el conquistador español Hernán Cortés la reproducción equina de
México, y en los casi cinco siglos que distan de aquella fecha se han multiplicado
tanto que hoy suman cerca de siete millones de ejemplares, ocupando este país el
tercer lugar mundial en producción de caballos, después de Estados Unidos y
China.
Desde las
primeras décadas de la Colonia los equinos encontraron en México un campo
fértil para reproducirse, de suerte que a fines del siglo XVI el notable poeta Bernardo de Balbuena ya destaca en su
obra maestra “Grandeza Mexicana” la
gallardía, brío, ferocidad, coraje y gala de México y su gran caballería.
Recuas, carros, carretas, carretones…
Nacido en
Valdepeñas, España, Bernardo de Balbuena (1562-1627) fue traído por su padre a
Nueva España, a la región de Nueva Galicia, formada por los actuales estados de
Jalisco y Nayarit, donde tuvo
oportunidad de intimar con la Naturaleza y las bondades del campo. En su largo
poema Grandeza Mexicana, Bernardo
hace una espléndida alabanza de la Ciudad de México y su intenso comercio:
Recuas, carros, carretas, carretones,
De plata, oro, riquezas, bastimentos
Cargados salen, y entran a montones
[…]
Arrieros, oficiales, contratantes,
Cachopines, soldados, mercaderes,
Galanes, caballeros, pleiteantes […]
Anchos caminos, puertos principales
Por tierra y agua a cuanto el gusto
pide
Y pueden
alcanzar deseos mortales.
La gallardía de
México y su gran caballería
Más
adelante, al hacer un elogio de los
centauros fieros, que en confuso escuadrón rompen sus llanos, de carrera veloz
y pies ligeros, el poeta evoca en varios tercetos las hazañas de jinetes y
caballos famosos de la historia, para concluir que nada ni nadie podrá contrahacer la gallardía, brío,
ferocidad, coraje y gala de México y su gran caballería.
Comparando
después a México con la gran caballeriza
del dios Marte, hace Bernardo una bella descripción de las razas de equinos
que ya entonces poblaban el país, como el castaño
colérico, que al aire vence si el acicate le espolea; el tostado alazán, el
remendado overo, el valiente y galán rucio rodado, el rosillo cubierto de
rocío, el blanco en negras moscas salpicado, el zaino ferocísimo y adusto, el
galán ceniciento gateado, el negro endino de ánimo robusto, el cebruno
fantástico, el picazo engañoso y el
bayo al freno justo.
Los caballos son del campo, no de la
ciudad
Finalmente,
el gran poeta se duele de que los caballos pasen la vida en la ciudad, lejos
del campo, su natural hábitat:
En el campo están ricos los caballos,
Allí tienen su pasto y lozanía,
Darles otro lugar es violentallos.
No hay jaez de tan rica pedrería,
Ni corte tan soberbia y populosa
Que no les sea sin él melancolía.
Obra consultada: Bernardo de Balbuena. La Grandeza Mexicana (1604).
Imagen: Óleo de Rodrigo Barba. Museo
de los Cinco Pueblos. Tepic, Nay.
Para más información sobre el origen
y desarrollo del caballo en México, recomiendo al apreciado lector el siguiente
artículo:
No hay comentarios:
Publicar un comentario