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Please, God, take care of the mule es el título original de una breve
crónica escrita por la estadounidense Lini
Moerkerk de Vries sobre sus andanzas en el Alto Papaloapan a mediados del siglo pasado, donde a falta de
caminos para automóviles, tuvo que realizar peligrosas travesías montada en una
mula, bajo la guía de arrieros.
Hija de
padres holandeses, Lini Moerkerk nació en Nueva Jersey, Estados Unidos, hacia
la segunda década del siglo XX, y habiéndose graduado en Salud Pública en la Universidad de Columbia, ejerció su
profesión en México a partir de 1949.
Su trabajo
estuvo vinculado a la construcción de la Presa
de Temascal y al reacomodo de
los indígenas mazatecos cuyas poblaciones fueron cubiertas por el agua. Como
organizadora de campañas de salubridad, le correspondió capacitar a promotores
de salud en áreas de muy difícil acceso incluso a lomo de mula, que es el
animal más apropiado para estos caminos.
Mi mula –dice la señora De Vries- tenía una personalidad particularmente
terca; siempre era la última en la fila. No me prestaba ninguna atención cuando
le pedía que se apresurara, para alcanzar a los demás. Cuando llegaba a donde
había hierba que le apetecía, volteaba a mirarme con ojos brillantes, y se
paraba a comer. Yo sólo podía sentarme a esperar hasta que estuviera lista para
avanzar de nuevo. Más tarde aprendí a confiar en ella. Cuando íbamos por las
curvas de un estrecho camino de no más de dos pies de ancho, con escarpados
riscos hacia arriba y una caída de miles de pies hacia abajo, la mula avanzaba
con precaución atemorizante, mientras yo me detenía de la pared del desfiladero
para el caso de que ella resbalara. Una y otra vez, me escuché decir por debajo
de mi aliento: - Dios mío, por favor, apiádate de la mula.
En tan
apuradas circunstancias, ¿qué más se puede pedir?