“...Hay que ver que los arrieros mueven mucha
correspondencia privada y con lo zonzo que se hacen resulta difícil saber lo
que llevan y traen; el pretexto de sus viajes, por otra parte, les sirve para
escabullirse; ni frecuentan los sacramentos ni hay modo de llevarlos a los
Ejercicios, ni es llano exigirles colaboración en beneficio espiritual del
pueblo; ellos introducen licores, ellos transportan mujeres indeseables (dizque
por lo menos dos de ellas han vuelto al barrio maldito, y apenas jueves es de
Pascua); ellos portan recados ocultos y cumplen oficios vergonzantes; mantienen
relaciones peligrosas e inquietantes que amenazan la tranquilidad lugareña; son
los vehículos de infección comunicados con otros pueblos, con la capital, con
el mundo enemigo del alma”.
Fragmento de “Al Filo del Agua”. Agustín Yáñez (1947).
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