viernes, 30 de noviembre de 2012

Los émulos de San Cristóbal

                          San Cristóbal, cargando a Jesús y al mundo (José de Ribera).

Al estudiar la historia del transporte y el comercio en México, uno encuentra con frecuencia curiosos detalles… En anterior entrada de este blog comenté que los arrieros, en su función de transportistas, desarrollaron una gran diversidad de especialidades, de acuerdo a las exigencias de cada región; una de ellas fue el transporte de personas a lomo de mula, que durante siglos tuvo amplia demanda en todo el territorio nacional. Sin embargo, hubo una curiosa variante de este oficio, el de los cargadores de gente, pero ya no en hamacas o en tronos, como se transportaba a los jerarcas aztecas, sino sobre la espalda misma de los proletarios. Esto ocurría habitualmente durante los días de lluvia en la Ciudad de México.
El naturalista alemán Carl Christian Sartorius, en su obra México. Paisajes y bosquejos populares (1855), informa al respecto:
Por las banquetas altas puede caminarse con los pies secos, pero la comunicación se interrumpe entre una calle y otra. Es el tiempo de la cosecha para estos cargadores: como transbordadores vivos llevan sobre la espalda, de una esquina a otra, a todos los que no están descalzos como ellos; el pelado se convierte entonces en el émulo de San Cristóbal http://es.wikipedia.org/wiki/Crist%C3%B3bal_de_Licia y por un medio atraviesa las turbias aguas con su carga. Es una delicia ver, por las noches, a estos puentes voladores (los aguaceros generalmente caen de las ocho a las diez de la noche); no hay alternativa y hasta las señoras deben montar este caballo de dos patas a riesgo de exponer a los ojos de los transeúntes una graciosa pantorrilla. Pero sería lo de menos, lo demás son otros incidentes embarazosos que a menudo suelen presentarse. En medio del agua (especialmente con las señoras), el cargador regatea el precio y si no aceptan sus condiciones, amenaza con un baño involuntario.
Coincidiendo con este autor, Madame Callegari, quien junto con Alejandro Dumas escribió el Diario de Marie Giovanni  en el que habla de su viaje a México en 1854, dice:
En un instante la ciudad se transforma en un verdadero lago, por el cual a menudo no se puede navegar ni siquiera en carroza (sic). Ahora bien, como no hay góndolas, hay que quedarse en casa. Sin embargo, para los peatones imprudentes existe una especie de locomoción, inusitada en cualquier otra parte: cargadores –mozos de cordel-, que aguardan en las aceras y que se alquilan. Cobran un medio, el precio de los grandes trayectos parisienses en ómnibus.
Sin embargo –agrega- esos cargadores no están asegurados contra un accidente […] a menudo ocurre que resbalan y cargador y cargado caen en el lago. Una vez caídos, cada quien se defiende como puede y gana la acera más próxima.
Si el ilustrado lector desea más información sobre el origen ancestral de estos cargadores capitalinos, le recomiendo el siguiente artículo:
http://suite101.net/article/antecedentes-indigenas-del-comercio-en-mexico-a40072


2 comentarios:

  1. Hola, encuentro tu blog muy interesante. Soy estudiante de maestría y actualmente realizo un trabajo sobre la influencia de la arrieria en los procesos de urbanización de Guadalajara en los siglos XVII y XVIII.

    Agradecería bastante cualquier tipo de fuente que pudieras recomendarme ya sea sobre la práctica arriera en general de la región occidente o sobre la temporalidad específica que te menciono.

    Saludos y felicidades por tu interés en un oficio que fue tan importante.

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    1. Gracias Christian. Te envié a tu correo un comentario al respecto. Cuenta conmigo para cualquier apoyo que pueda aportar a tu investigación, y de antemano, mucho éxito. Saludos.

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